Tu palabra es verdad.

Tu palabra es verdad.
2 Timoteo 3:16-17

Versículo del día.

martes

VIDA ABUNDANTE

Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo para darnos vida verdadera y para dárnosla en abundancia. El es la fuente de toda vida. “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1:4). Sin Cristo todos los hombres están muertos en sus delitos y pecados (Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Efesios 2:1). Todos hemos nacido poseídos de vida física, pero debemos nacer de nuevo para la vida espiritual. Esto enseñó Jesús a Nicodemo, que era hombre recto, moral y religioso. (“Os es necesario nacer otra vez.” Juan 3:7). El nacimiento físico nos ha hecho hijos de la ira, porque heredamos en nuestra naturaleza el pecado de Adán (Entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, andando en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de la ira, lo mismo que los demás. Efesios 2:3). Con el segundo nacimiento somos hechos hijos de Dios. El nacimiento físico nos hace miembros de la raza humana; el segundo nos hace participantes de la misma naturaleza de Dios (por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones. 2 de Pedro 1:4). Cuando nacemos de nuevo en el espíritu, Jesucristo nos forma a su semejanza. (Gálatas 4:19). El vive en nosotros (A ellos, Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, esperanza de gloria. Colosenses 1:27) El es nuestra vida. (Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Colosenses 3:4). Nacemos nuevamente al recibir en nuestros corazones al Cristo vivo. (Mas a todos lo que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón sino de Dios. Juan 1:12 y 13).

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